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Milei tomó distancia de Lula, llamó al Mercosur "cortina de hierro" y advirtió sobre el futuro del país en el bloque

Milei tomó distancia de Lula, llamó al Mercosur

El Presidente encabezó la reunión de mandatarios en la Cancillería. Su discurso marcó críticas al espacio regional. El momento de zozobra que tuvo el brasileño, que hoy visita a Cristina Kirchner.

“Tenemos una estructura elefantiásica”. “Estamos sometidos a una cortina de hierro”. “Emprenderemos el camino de la libertad y lo haremos acompañados o solos”. Javier Milei abrió este jueves la cumbre del Mercosur en Buenos Aires con fuertes críticas al bloque que la Argentina comparte con Brasil, Paraguay, Uruguay y Bolivia, junto a otros Estados asociados.

El Presidente recibió a sus pares en la sede de la Cancillería y solo con sus gestos dejó expuesto la disímil relación política-personal que tiene con sus pares. Fue evidente la seriedad de Milei al recibir al brasileño Lula da Silva, con quien apenas compartió un saludo formal y la foto protocolar. El mandatario del vecino país además tuvo que soportar unos minutos en las escalinatas del Palacio San Martín que no se vio en la transmisión oficial antes de ingresar a un salón para verse con el libertario.

“De vagar” –por “despacio”, en portugués–, se lo escuchó decir a Lula en un momento de zozobra cuando llegó con su comitiva a la sede del Ministerio de Relaciones Exteriores, que conduce el canciller Gerardo Werthein. Luego fue el propio ministro de Milei que salió para buscar a Lula y llevarlo con Milei.

La tensión con Lula está marcada, además, por la visita del brasileño a Cristina Kirchner en su prisión domiciliaria. El mandatario tuvo que pedir permiso a la Justicia para ir a San José 1111, encuentro que se agendó para esta tarde, una vez que finalice la agenda protocolar del Mercosur.

A diferencia del cruce con Lula, Milei se mostró muy efusivo con el paraguayo Santiago Peña. “¡Yo tengo frío todavía acá!”, dijo el mandatario del vecino país cuando ingresó a la Cancillería, en medio de la ola polar que azota a Buenos Aires. “¡Je, yo también!”, le devolvió Milei entre sonrisas y abrazos. “¿Qué haces?”, remató.

Hoy la Argentina le traspasó a Brasil la presidencia pro témpore del Mercosur y el libertario buscó dejarle un mensaje a su par: “Esperamos que la próxima presidencia adopte las ideas de libertad”, avisó. Luego alertó ante la continuidad del país en el espacio regional: “Si los socios del bloque prefirieren resistir al cambio, tendremos que insistir en flexibilizar las condiciones de sociedad que nos unen”.

Antes Milei había dicho: “El Mercosur incumplió su objetivo original, cercenó libertades económicas y privó de oportunidades a los privados de la región. El Mercosur, al que de mercado y de común, le quedó cada vez menos”. Y lanzó: “Nosotros buscamos ponerle fin a lo que consideramos una inercia destructiva”.

Pese a las amenazas de ruptura la Argentina de Milei desandó en el último tiempo una actitud beligerante, entendiendo que la salida del bloque requiere aprobación legislativa y un consenso político que hoy no existe. Aun así, como ya contó elDiarioAR, el Gobierno dio gestos simbólicos de desapego, como el recorte de fondos al Parlamento del Mercosur y al Instituto de Derechos Humanos del bloque. Por eso el Presidente dijo en su discurso de apertura que el Mercosur tiene “una estructura elefantiásica”.

Milei recordó hoy que en el semestre del país al frente del bloque, el país “propuso un esquema más libre en lugar de la cortina de hierro a la que estamos sometidos”. Celebró en ese sentido que se haya reflotado el acuerdo con la Unión Europea, que aún sigue pendiente en su letra chica. Este miércoles se oficializó la conclusión del tratado con la Asociación Europea de Libre Comercio (EFTA), conformada por Suiza, Noruega, Islandia y Liechtenstein.

Pero la apuesta mayor de Milei es abrir negociaciones directas con países como Estados Unidos. En ese sentido el Mercosur aceptó exceptuar 50 productos por país del arancel externo común del bloque para que así cada miembro negocie con Trump rebajas arancelarias. “Debemos dejar de ser un escudo que nos proteja para convertirnos en una lanza que permita profundizar los mercados”, dijo Milei. La frialdad de la relación con los mandatarios se notó, también, en el estricto protocolo. Milei se limitó a hacer su discurso, pasarle la posta a Lula y listo. No armó ni impulsó reuniones paralelas con sus pares, aunque a última hora trascendió que podría verse a solas con los presidentes de Uruguay, Yamandú Orsi, y de Panamá, José Raúl Mulino. Al mediodía la cumbre del Mercosur ya había finalizado por completo.

Milei y Lula, en la cumbre del Mercosur, este jueves.

MC

Tras la autorización de la Justicia, Lula visita a Cristina Fernández de Kirchner

Tras la autorización de la Justicia, Lula visita a Cristina Fernández de Kirchner

Tras la autorización judicial, Da Silva se acercará al domicilio de San José 1111 para reunirse con Fernández de Kirchner una vez que finalice la cumbre del Mercosur que se realizará desde las 10 en el Palacio San Martín.

El presidente de Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva, visitará mañana por la tarde a la exmandataria Cristina Fernández de Kirchner, quien cumple prisión domiciliaria en su departamento del barrio de Constitución tras la condena a 6 años de cárcel por la causa Vialidad, según fuentes oficiales.

Tras la autorización judicial, Da Silva se acercará al domicilio de San José 1111 para reunirse con Fernández de Kirchner una vez que finalice la cumbre del Mercosur que se realizará desde las 10 en el Palacio San Martín.

El presidente del Tribunal Oral Federal 2 Jorge Gorini autorizó hoy que Lula Da Silva se reúna con Fernández de Kirchner en el departamento donde la ex mandataria cumple prisión domiciliaria tras ser condenada por la causa Vialidad.

La visita deberá cumplirse con la regla impuesta cuando se otorgó arresto domiciliario a la expresidenta, relativa a “abstenerse de adoptar perturbar la tranquilidad del vecindario comportamientos que puedan y/o alterar la convivencia pacífica de sus habitantes”, según la resolución.

Gorini tomó esa decisión como juez de ejecución de la condena tras recibir una solicitud de la defensa de la ex presidenta, ante la llegada al país de Lula para la Cumbre de presidentes del Mercosur.

Con información de la agencia NA

Adelanto del Presupuesto 2026: el Gobierno espera un dólar de $1.229 y una inflación de 22,7% para este año

Adelanto del Presupuesto 2026: el Gobierno espera un dólar de $1.229 y una inflación de 22,7% para este año

De acuerdo a las proyecciones de Economía, con respecto al PBI se prevé una expansión de la actividad de 5,5% A nivel sectorial, se estima que el agro mejorará 2,1%, al industria 5,3% y el comercio 7,6%. El comercio en su conjunto mejorará 5,1% y los servicios 4,6%.

El Gobierno nacional espera una inflación de 22,7% para 2025 y un precio del dólar de $1.229 hacia fin de año, según el adelanto del proyecto de Presupuesto 2026 remitido al Congreso Nacional.

En el marco de las leyes vigentes, el Poder Ejecutivo remitió al Parlamento el Informe de Avance sobre la Elaboración del Proyecto de Ley de Presupuesto General de la Administración Nacional correspondiente al Ejercicio Fiscal 2026.

Ese documento expresa las condiciones generales con las cuales se elaborará la iniciativa. En este caso, contiene las proyecciones estimadas para 2025, sin referencias al próximo ejercicio.

  • Tipo de cambio oficial: se estima en $1.229 por encima del valor que cotiza la divisa en el Banco Nación, $1.245 y en línea con el actual valor del precio mayorista.
  • La inflación medida por el Indice de Precios al Consumidor del INDEC sería de 22,7% interanual. En los primeros cinco meses del año, la suba de precios acumulada fue del 13,3%.
  • PBI: se prevé una expansión de la actividad de 5,5%
  • A nivel sectorial, se estima que el agro mejorará 2,1%, al industria 5,3% y el comercio 7,6%. El comercio en su conjunto mejorará 5,1% y los servicios 4,6%.
  • Por el lado de la demanda, se proyectan aumentos de 7,2% en el consumo privado, mientras que el consumo público avanzará 5%.
  • La inversión proyecta un avance de 22,7%.
  • En cuanto a la balanza comercial se espera un deterioro, dado que el superávit se reducirá a US$4.913 millones desde los casi US$17.000 millones conseguidos en 2024.
  • Las exportaciones de bienes y servicios superarían los US$los 100.000 millones con un alza de 3,7%, mientras que las importaciones lo harían en un 25,2%, hasta los US$95.000 millones.

Respecto de las pautas para 2026, no hay proyecciones de tipo de cambio o inflación.

En cambio se estimó un aumento de la recaudación del orden de 22%

Por otra parte, el acuerdo con el FMI establece un objetivo de superávit primario del 2,2% del PBI para 2026.

El mensaje del Gobierno al enviar el avance del Presupuesto

La Jefatura de Gabinete envió esta semana al Congreso –como parte del anticipo del Presupuesto 2026– un documento que “condensa los ejes del programa: equilibrio fiscal, desregulación estatal, impulso a la inversión privada y un intento de blindaje institucional para garantizar la continuidad de estas políticas. Pero debajo de ese orden, emergen contradicciones visibles”.

El escrito oficial reconoce que 2024 “fue un año recesivo, con una caída del 1,7% del PBI, un desplome del 17,4% en la inversión y una baja del 4,2% en el consumo privado. El rebote proyectado para 2025 (5,5% de crecimiento del PBI) se apoya en un fuerte repunte de la inversión y del consumo”. El Gobierno lo explica como resultado del orden fiscal, la estabilidad cambiaria y la liberalización del comercio. Sin embargo, omite referencias directas a los niveles actuales de pobreza o desigualdad, y minimiza los efectos distributivos de un ajuste que redujo en términos reales el gasto público, las transferencias sociales y el salario estatal.

Uno de los anclajes del modelo es la estabilidad cambiaria. El dólar oficial se proyecta en $1.229 para fin de 2025, con un aumento del 20% anual, lo que implica una apreciación real del tipo de cambio. Esta política ayuda a contener la inflación, pero tensiona al sector exportador, que ya manifiesta preocupación por el retraso cambiario. En paralelo, se registra una baja pronunciada de la inflación: tras el pico de diciembre de 2023 (25,5% mensual), el índice se desaceleró hasta el 1,5% mensual en mayo y se espera cerrar 2025 con una inflación interanual del 22,7%.

El Gobierno hace eje en el superávit financiero –0,3% del PBI en 2024 y 0,8% acumulado a mayo de 2025– como símbolo del “cambio de régimen”. Sostiene que la eliminación del déficit y de la emisión monetaria como fuentes de financiamiento marcan un “nuevo orden macroeconómico”. Esto le permitió también cumplir con las metas del acuerdo con el FMI, que exige un superávit primario de 0,4% en el primer trimestre del año. Pero esa disciplina vino acompañada de fuertes recortes que impactaron en la obra pública, los subsidios, los fondos universitarios y los ingresos previsionales.

En materia social, el mensaje oficial destaca el “acompañamiento sin intermediarios” como nuevo paradigma. Se resalta el aumento real de la Asignación Universal por Hijo y de la Tarjeta Alimentar, así como el refuerzo en las prestaciones a jubilados tras el cambio en la fórmula de movilidad. Pero el mismo texto admite que el empleo privado registrado creció apenas 28.000 personas en un año y que el peso de los asalariados privados en el total del empleo registrado cayó al mínimo. No hay datos actualizados sobre pobreza, aunque los indicadores de 2023 la ubicaban por encima del 41%.

La gran apuesta del oficialismo es que el rebote económico de 2025 consolide una nueva etapa de crecimiento. El Presupuesto proyecta una suba de 7,2% en el consumo privado, 22,7% en la inversión y 3,7% en las exportaciones. El tipo de cambio se mantendría bajo, y la inflación seguiría en descenso. Pero la sostenibilidad de ese sendero depende de múltiples factores: acceso a crédito, estabilidad política, clima social, y capacidad del Gobierno para mantener el orden macro sin dinamitar su base de apoyo social.

El ajuste avanza, el gasto cae y la macro mejora. Pero el costo social del camino elegido sigue presente, aunque el Gobierno evite nombrarlo. El desafío, de cara al Presupuesto 2026, será lograr que ese orden no sea solo contable, sino también social.

El documento completo

PRESUPUESTO GENERAL DE LA ADMINISTRACIÓN NACIONAL - EJERCICIO 2026

PRESUPUESTO GENERAL DE LA ADMINISTRACIÓN NACIONAL EJERCICIO 2026

El 'número dos' del Opus Dei, acusado formalmente de trata de mujeres en Argentina

El número dos del Opus Dei, imputado por trata de mujeres en Argentina

El actual vicario auxiliar de la Prelatura y primero en orden de sucesión de su líder Fernando Ocáriz, el sacerdote Mariano Fazio, fue formalmente acusado por tres fiscales argentinos en la causa por trata de mujeres pobres para servidumbre

La acusación es contundente: el sacerdote Mariano Fazio, primero en la línea sucesoria para ser el jefe máximo de la Prelatura de la Santa Cruz y el Opus Dei, fue parte del sistema de trata de mujeres pobres para explotación laboral que diseñó y ejecutó la Obra durante al menos cuatro décadas en la Argentina, su país, y que tiene al menos 43 víctimas. Así lo afirma el escrito de ocho páginas al que tuvo acceso exclusivo elDiario.es y que pide que se lo cite a declaración indagatoria junto a otros cuatro religiosos.

En 2024, tras dos años de una investigación secreta y sin precedentes, la Procuraduría contra la Trata de Personas de Argentina (PROTEX) y la Fiscalía Nacional en lo Criminal y Correccional Federal N°3, habían elevado una acusación formal contra las máximas autoridades del Opus Dei en Buenos Aires. En ese pedido se citaba a indagatoria a los exvicarios regionales, Carlos Nannei (1991-2000), Patricio Olmos (2000-2010) y Víctor Urrestarazu (2014-2022) y había llamado la atención que no se nombrara a Fazio, quien había estado en el mismo cargo en el período intermedio entre los dos últimos.

Fazio llegó a Roma en 2014, un año después de que su coterráneo Jorge Mario Bergoglio se convirtiera en el papa Francisco. El nombramiento, primero como vicario general, no fue casual. El jefe máximo del Opus Dei entonces, Javier Echevarría, lo llevó con el fin de buscar acercarse al jesuita que, aunque recién desembarcaba en el Vaticano, ya aparecía con una impronta reformista que los alarmaba. Según fuentes cercanas al Opus Dei y al Vaticano, la intención fue la de “controlar” a Francisco, con quien Fazio sostenía una relación cordial en Buenos Aires.

El pedido formal de imputación, despachado el pasado 11 de junio por los fiscales Alejandra Mángano, Marcelo Colombo y Eduardo Taiano, va dirigido al juez federal Daniel Rafecas y sostiene que las pruebas que alcanzan a los demás acusados son suficientes para imputar también al segundo hombre más importante del Opus Dei en el mundo.

La principal víctima del caso: “Le limpiaba su habitación”

La sede principal del Opus Dei en la Argentina está ubicada en el barrio de la Recoleta, uno de los más caros de Buenos Aires. Allí, en un edificio que ocupa más de un cuarto de manzana y que fue construido sobre un terreno donado por una dictadura militar y con subsidios de otra, viven las máximas autoridades de la organización, incluida toda la cúpula religiosa.

Allí también, en una torre de ventanas casi tapiadas, funcionó y funciona Laya, la mayor residencia de mujeres de servicio de la organización: criadas que atienden a los hombres de las jerarquías sin recibir ningún pago por su trabajo y en condiciones de semiencierro. Allí vivió Mariano Fazio durante muchos años, incluidos los cuatro en los que fue vicario regional y allí trabajó la testigo principal de la investigación.

El vicario general del Opus Dei, Mariano Fazio

La causa en Argentina, que podría tener réplicas en otros países, habla de 43 casos de explotación. Sin embargo, la gran mayoría de las denunciantes logró irse antes de 2008 del Opus Dei –algunas tuvieron que escaparse–, fecha en la que entró en vigor la Ley de Trata, y por lo tanto sólo cuatro casos del total se enmarcan en ese delito. En tanto, la prescripción en tres de los casos que son posteriores a 2008 podría estar en juego porque que tiene un plazo de 12 años.

La acusación se centra en el caso de una mujer boliviana que fue captada cuando era menor y sirvió como mucama durante 31 años. M.I.E. –sus iniciales– fue llamada a declarar por segunda vez en abril de 2025. Entonces, frente al juez Rafecas, la testigo clave amplió su testimonio y señaló que conocía al “padre Mariano” (Fazio), que había coincidido con él en la sede central mundial del Opus Dei en Roma –a ella la habían enviado como sirvienta y a él como jerarquía– y en la sede central en Buenos Aires, donde también trabajó muchos años. La mujer aseguró que entre 2009 y 2014 tuvo asignada la limpieza de la habitación de Fazio, justo en el período en que fue vicario regional.

M.I.E. también contó su experiencia con el vicario Carlos Nannei (1991-2000), predecesor de Fazio en Buenos Aires, enviado a Roma junto a él en 2014 con el mismo fin de influir en el Papa Francisco y también acusado en la justicia por los mismos cargos. M.I.E. contó que en las “meditaciones” –ceremonias religiosas diarias en los oratorios del Opus Dei–, el sacerdote Nannei les decía que “querer irse de la obra era como salirse de la barca” y que una de las cosas de las que se tenían que convencer era que “salir de la barca era una muerte súbita”. También que, para eso, tenían que “rendir el juicio, quemarse por Dios, hacerse holocausto por Dios”.

La imputación sobre Fazio describe las características del trabajo de M.I.E.: “La cantidad de labores que le eran exigidas, la disponibilidad a toda hora, las interminables jornadas, y el sometimiento psicológico volvieron a formar parte de esta nueva declaración”, dice el escrito y resalta una frase de la víctima: “Yo iba por la calle pensando que no quería vivir más. Iba por la calle pensando cómo puede la gente sonreír. Ahí me mandaron al psiquiatra”.

Los fiscales concluyen que “la respuesta institucional a lo que eran las consecuencias de la vida que le exigían eran antidepresivos, somníferos, ambos suministrados por psiquiatras de la organización”.

La reunión de Leon XIV con los responsables del Opus.

Expectativa por la reacción del Papa León XIV

El 14 de mayo pasado, el nuevo papa León XIV citó en su oficina a las máximas autoridades de la Prelatura de la Santa Cruz y el Opus Dei. Allí estuvieron el español Fernando Ocáriz, jefe máximo de la organización, y el argentino Fazio. A juzgar por las fotos oficiales, la audiencia fue amable y hubo sonrisas. Sin embargo, fue una reunión en la que el nuevo pontífice se mostró dispuesto a seguir el camino iniciado por Francisco, quien disminuyó el poder y quitó la jerarquía al Opus tras la denuncia en Argentina y mandó a la organización a modificar sus estatutos. Con casi tres años de retraso –el último fue tras la muerte del argentino–, justo después de aquella audiencia con León XIV terminaron la tarea y a mediados de junio los presentaron.

Ahora, la gran pregunta entre los círculos de exmiembros del Opus Dei de todo el mundo, así como de otros allegados al Vaticano es si León XIV volverá a reunirse con un imputado por delitos gravísimos o si, aún más lejos, permitirá que continúe en su posición de jerarquía en una institución que ya está en el punto de mira. La misma pregunta vale para Ocáriz, quien tiene que decidir si mantiene como su segundo a Fazio.

Nueve meses desde la acusación y una petición al juez

Los fiscales volvieron a exigir al juez Daniel Rafecas que se concreten las indagatorias a los acusados y remarcaron la demora de casi diez meses desde la primera petición, el 20 de agosto de 2024. También destacaron la obligación internacional del Estado argentino “de garantizar el acceso a la justicia de las víctimas de delitos”: “En un caso con las características del presente, que involucra a mujeres víctimas de trata de personas bajo la modalidad de reducción a la servidumbre en el ámbito de una institución religiosa, corresponde tener especialmente en cuenta el deber de debida diligencia en las investigaciones judiciales que las involucran”.

A su vez, en el mismo precedente se resaltó que “la impunidad de los delitos cometidos envía el mensaje de que la violencia contra la mujer es tolerada, lo que favorece su perpetuación y la aceptación social del fenómeno, el sentimiento y la sensación de inseguridad en las mujeres, así como una persistente desconfianza de éstas en el sistema de administración de justicia”. En este sentido, los fiscales agregaron que “la garantía del plazo razonable exige que los procesos penales no se dilaten innecesariamente, y que las investigaciones y resoluciones sean realizadas sin demoras indebidas”.

Si tenés información sobre este caso u otros similares, podés escribirnos al correo seguro pistas@eldiario.es

Más de 40 años explotando a niñas en nombre de Dios: el silencio y secretismo de la escuela de sirvientas del Opus Dei

Más de 40 años explotando a niñas en nombre de Dios: el silencio y secretismo de la escuela de sirvientas del Opus Dei

Se llamaba Instituto de Capacitación Integral en Estudios Domésticos, una escuela de criadas que el Opus Dei tuvo en Argentina entre 1973 y 2017; ya suman 43 las mujeres que denunciaron a los seguidores de Escrivá de Balaguer ante el Vaticano por haber sido reducidas a la servidumbre.

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Claudia Carrero entró en la cocina, la más grande que había visto en su vida, con el paso alegre de una nena y el uniforme a cuadros diminutos rosas y blancos. Tuvo que levantar la vista desde su metro treinta para ver el lavavajillas, que duplicaba su altura. Le pareció moderno, extraño, inmenso como todo desde que había cruzado el portón de rejas de la mano de sus padres, una hora antes. 

Detrás del paredón infranqueable había un pequeño paraíso con árboles altos hasta el cielo, flores perfumadas y pajaritos. Así eran los bosques en los cuentos de princesas. 

Una mujer bien vestida y amable les mostró las habitaciones en las que viviría los próximos tres años. A ella le tocaría una de tres chicas, pero había otras de hasta seis. No le importó que fuera más chiquita que la que tenía en su casa en Villa Ramallo, una ciudad pequeña mitad de camino entre Buenos Aires y Rosario. Dejó el bolso que traía sobre la litera. La mujer bien vestida las llevó hasta una sala a la que llamó “el planchero”. Como era verano, el calor que hacía adentro no contrastaba con el de afuera. Un tiempo después, cuando le tocó pasar decenas de sábanas por los rodillos enormes, padeció ese calor húmedo, estancado en el aire como una nube pegajosa. 

—Ahora te vamos a buscar un uniforme a tu medida.

De un perchero repleto le eligieron uno de su tamaño. Había de todas las tallas, porque a los 14 años muchas chicas todavía tienen cuerpos infantiles. La tela era suave y liviana, tan finita que tuvo que ponerse una enagua debajo porque se traslucía. Era cómodo. Le gustaba.

Los padres la miraron, quizás con orgullo: habían encontrado una buena escuela para su hija. La despidieron en el portón de rejas. Claudia se quedó entusiasmada. Podían visitarla, decía el reglamento, un domingo al mes.

Cuando se fueron, la mujer guió a Claudia por el jardín hasta una casa de tejas. Entraron por detrás. Otra mujer se acercó y le entregó un repasador. ¿Le había dicho su nombre? ¿Sabría algo de ella? 

—Vaya con las chicas a secar vasos.

Clases prácticas de servicio de comedor en la escuela ICED a principios de los 2000

Con el trapo seco en la mano, se acercó al lavavajillas mirando la escena: unas chicas llegaban con los carros de acero inoxidable llenos de platos, cubiertos y vasos sucios, los pasaban por agua caliente, los acomodaban en los cajones de madera, tan pesados que tenían que levantarlos entre dos, y los ponían a lavar. Cuando la máquina terminaba, empezaba el trajín.

El repasador en la mano derecha, un vaso en la mano izquierda. Primero por dentro, después por fuera. Por dentro, por fuera. Al carrito. Y siguiente. La única indicación era apurarse. Rápido. Por dentro. Por fuera. Segunda pasada. Al carrito. Y siguiente. 

El ritmo lo marcaba la máquina: los cajones salían uno detrás del otro, se volvían a llenar y otra vez a empezar. ¿Cuántas chicas eran? Muchas, pero el movimiento era tanto que no se podían contar. Además, estaban las instructoras y las que dirigían, que iban de acá para allá. 

Del otro lado de la pared, cien hombres comían en un salón elegante. Claudia no podía verlos desde el “office”, así le decían a la trastienda de la cocina, pero se escuchaba el murmullo. Las únicas que podían cruzar la puerta hacia el otro lado eran las “doncellas”, las chicas un poco más grandes, que ya estaban en la escuela y tenían experiencia. Iban y venían con los carros y su uniforme azul con puntillas blancas. 

El plato sucio se saca por el lado derecho.

El plato lleno se pone por el lado izquierdo.

En silencio.

Sin mirar a los ojos. 

Sin llamar la atención.

Sin bambolear las caderas.

El agua por el lado derecho. 

El vino por el lado izquierdo.

Paradas detrás del comensal.

Sólo el brazo asoma en la mesa.

Sin ningún roce.

Apenas una presencia. 

A los dos lados de la pared, los cuerpos uniformados se movían con la perfección de los engranajes de un mecanismo automatizado. Claudia estaba atenta a todo. El pelo prolijamente recogido en una cola de caballo, los ojos grandes por los nervios. El repasador en la mano derecha, un vaso en la mano izquierda. Primero por fuera, después por dentro. Segunda vuelta. Al carrito. Uno, dos, tres, cuatro, ¿diez o veinte vasos? No llegó a percibir la diferencia en el movimiento: el vaso se le escurrió del repasador. Las tragedias suceden en un segundo. Siguió la caída con la vista y, antes de que llegara a pedirle a Dios, vio cómo estallaba contra el piso. 

Hubo un silencio artificial.

Todo el mecanismo se detuvo.

Claudia quedó paralizada, con el vaso destrozado a sus pies y el repasador, ahora húmedo, en la mano. Vio cómo una mujer iba directo hacia ella. 

Con la voz baja, casi amable, le habló de cerca:

—Mi chulita, no se preocupe…

Y, señalando una lista de precios que estaba colgada en la pared: 

—Usted lo va a pagar con su trabajo.

Claudia en su cama del Instituto de Capacitación Integral en Estudios Domésticos

Claudia perdió la cuenta. ¿Habrá secado diez mil o treinta mil vasos? ¿Cuántos pisos y baños limpió? ¿A cuántos hombres y mujeres les cocinó cenas exquisitas con entradas, primeros platos, postres y panadería casera? ¿Cuántos pantalones, sacos, faldas, sotanas, sábanas y manteles fregó para sacarles hasta la última mancha y planchó hasta dejarlos tan lisos como ahora se veían sus manos? Lo que sí contabilizó fueron los veintidós años y seis meses en los que fue una sirvienta del Opus Dei. 

Lo escribió en un documento que tipeó en el verano de 2020. Se sentó en la computadora, en su casa en Rosario y mientras miraba jugar a su hija, Angelina, casi con la misma edad que tenía ella cuando le probaron el uniforme, escribió: “NO SE PREOCUPE, MI CHULITA. USTED LO VA A PAGAR CON SU TRABAJO”. Así, todo en mayúsculas, describió detalles de los casi diez mil días en los que trabajó, rezó, se flageló y besó el piso apenas sonar el despertador, cada mañana a las 6, diciendo: “TE SERVIRÉ”. Lo contó con sus palabras y lo escribió con bronca. Lo mismo hicieron otras 42 mujeres, ese mismo verano, desde Buenos Aires, desde Entre Ríos, desde Moreno, desde Ezeiza, desde Tigre, desde España, desde Canadá, desde Estados Unidos; 7 años, 16 años, 13 años, 18 años, 26 años, 11 años. Un cadáver exquisito de historias personales, con algunas diferencias de tiempos y espacios, que puesto en conjunto describen una matriz, una máquina en la que metieron a cientos de mujeres jóvenes y pobres que al final del proceso eran sirvientas profesionales y devotas obedientes. Una fábrica. 

En 1973, cuando terminaba un gobierno militar en la Argentina, cuando un gobierno popular estaba por reasumir el poder y a punto de sancionar la ley más progresista de América Latina en derechos laborales, la organización católica Opus Dei abrió una 'escuela de mucamas' en la provincia de Buenos Aires, en las afueras de la capital. La llamaron Instituto de Capacitación Integral en Estudios Domésticos (ICIED). 

“Tras casi diez años de estancia en el país, las primeras mujeres del Opus Dei, que ya contaban con un buen conocimiento de la realidad argentina, individuaron, como necesidad urgente, la tarea de devolver a los trabajos domésticos su propia dignidad”, rememoró la primera directora, Ana María Sanguinetti, en un documento de 50 páginas publicado por el Instituto Histórico Escrivá de Balaguer en 2019 que relata la gesta de “una de las labores apostólicas más modernas y dinámicas que se conocen en la zona”.

Ana María Sanguinetti fue una de las dos mujeres que en 1979 tocó la puerta de la casa de Claudia y se presentó como la directora del ICIED.

A Claudia la había recomendado una mujer para la que trabajaba su tía, en la ciudad de Rosario: le había prometido que si iba a estudiar a esa escuela de hotelería de Buenos Aires, después podría ser su dama de compañía. Pasaron pocos días entre que Claudia dijo que sí y golpearon la puerta de su casa, en Villa Ramallo.

—Una escuela secundaria con orientación en tareas del hogar —les explicaron a los padres— Sólo para mujeres, católica. 

Chicas en la escuela ICED junto a un portal de Belén y un árbol de Navidad

Antes de irse, la directora le dio a Claudia una estampita con la imagen de Josemaría Escrivá de Balaguer. Ya había tenido otras estampitas en sus manos, pero a ese hombre de anteojos negros de marco grueso y media sonrisa no lo había visto nunca. No se olvidó de la frase que estaba al pie: “Siervo de Dios”. 

—Va a haber un sorteo entre varias chicas para entrar a la escuela. Rezale mucho, así te eligen —le dijo Sanguinetti. 

Claudia rezó. Cada noche y a veces también de día, rezó dos o tres meses sin parar. Cuando la llamaron, sintió que alguna especie de milagro había ocurrido. Era el primer deseo que se le cumplía. La habían elegido, a ella entre tantas otras. 

El llamado fue en noviembre. Le dijeron que se presentara el 3 de enero. Era 1980. Hacía seis días había cumplido los 14. 

“Cada vez son menos personas que quieren dedicarse a las tareas domésticas y no están satisfechas. Esto último lleva a las jóvenes a emplearse transitoriamente [...] cuando ése es el trabajo que tiene como objeto directo el más digno: el ser humano”

María Alba Blotta Promotora y Asesora pedagógica del ICIED, 1972.

El paredón infranqueable encerraba nueve hectáreas que habían sido la casaquinta de una de las familias pioneras de San Miguel, en el noroeste de la provincia de Buenos Aires, a unos 30 kilómetros de la Capital. Los Gallardo se habían despojado de su propiedad en Bella Vista después de la insistencia y la buena oferta de la Asociación para el Fomento de la Cultura, la primera asociación civil creada por el Opus Dei en la Argentina, en 1961. Se compró con aportes de los primeros miembros. Con el terreno, los Gallardo habían entregado el viejo casco, una casona de grandes galerías con mayólicas y suelos terracota, suelos de madera y techos de ladrillos típica del siglo XIX. A esa casona la continuaba otra de estilo colonial, de techos con tejas naranjas, galerías de columnas blancas, un patio con un aljibe y una fuente de agua sobre la entrada principal. Los Gallardo habían bautizado a su casaquinta La Chacra y así quedó para siempre. Sonaba bien para una casa de retiros y convivencias espirituales. Unos años después ese nombre quedó revestido de un aura sacra: en su única visita a la Argentina, entre el 14 y el 18 de junio de 1974, Josemaría Escrivá de Balaguer vivió allí.

La escuela empezó a funcionar en 1973 en algunos cuartos de la construcción colonial, en la otra punta de la casona. Así, no había manera de que los huéspedes se cruzaran con las chicas, salvo con las que los servían. 

Cuando Claudia llegó, en 1980, se respiraba el perfume de los pinos y los eucaliptus cincuentenarios que habían inspirado el nombre de la ciudad, Bella Vista, y un sentido común católico y militar que blindaba los límites como los de una aldea: todo el barrio lindaba con el predio del Ejército más grande del país, Campo de Mayo, que marcaba el ambiente y las reglas de la vida también: entonces, la dictadura militar tenía ya casi cuatro años en el poder –de los siete que estaría– y ese era uno de los centros de tortura y secuestro clandestinos en los que habían asesinado y desaparecido a miles de personas. 

Puertas adentro del paredón también se hablaba de eso. Los que cenaban ahí eran miembros de élite del Opus Dei: hombres profesionales, algunos de apellidos ilustres, linaje terrateniente, empresario, político, judicial o académico. Parecían hombres comunes y corrientes, debían serlo, pero eran elegidos. Habían aceptado el desafío de santificarse en la vida ordinaria a través de su trabajo y del celibato, la prescindencia del dinero y la fidelidad a las enseñanzas de Josemaría Escrivá de Balaguer. A eso le decían compromisos de castidad, pobreza y obediencia. Eran máximas equivalentes a los votos de los religiosos, pero los llamaban compromisos porque ahí estaba su distinción. A diferencia de los sacerdotes, ellos eran laicos que podían participar de la vida civil sin restricciones: podían ser legisladores, jueces, profesores universitarios, periodistas, empresarios y banqueros. No sólo podían, sino que tenían que serlo: llegar a lo más alto de la sociedad, ocupar la cima del poder, porque el mundo es como una montaña y quien quiera dominarlo debe llegar a la cumbre para desde allí derretir la nieve y bañar al resto.

Vista aérea de la Chacra y la escuela ICES

El Opus Dei, creado en 1928 “por inspiración divina” en la España del dictador Miguel Primo de Rivera, desembarcó en Rosario en 1950. El fundador de la “Obra de Dios”, Escrivá de Balaguer, llevaba años de intercambio epistolar con el obispo castrense Antonio Caggiano. Ese año también llegaron a Chile y antes a México. Para la década del 60 se multiplicaban los miembros. Con ellos, también creció la necesidad de tener propiedades para crear residencias para la vida en comunidad -“en familia”- entre hombres y mujeres, por separado. A La Chacra iban a hacer sus convivencias y el “retiro anual” –equivalente a las vacaciones–, que en esas épocas doradas duraba un mes.

Para enero de 1980, entre sacerdotes y laicos varones llegaban a cien personas. Tuvieron que llevar a todas las alumnas nuevas para poder atenderlos. En febrero, se fueron los varones y llegaron las mujeres. Ellas también eran de clases altas y vivían castas, pobres y obedientes, pero con menos ambiciones en la vida pública. Su misión era mantener las residencias y centros del Opus Dei, dirigir a las criadas que servirían a los varones en primer lugar y después a ellas, y llegar a las mujeres de buena sociedad para hacerlas supernumerarias. Era un segundo anillo de membresía abierto a varones y mujeres también de familias pudientes y poderosas, pero no tomaban el compromiso del celibato, sino el de formar familia. A ellas se les daba formación espiritual, se les pedía llevar a otras mujeres, colaborar con dinero y tener muchos hijos. La mujer es santa después del octavo hijo. 

Los primeros años de la escuela tuvieron la promoción de un grupo de mujeres que formaron un Patronato: la primera presidenta fue Hortensia Dedyn de Miguens, la sucedió Luisa Nelson de Llorente. En su casa se reunían los miércoles María Elena Duhau de Avellaneda, Lucía Duhau de Escalante, Elena Figueroa de Avellaneda, María Luz Fontana de Pini, Carmen García Verde de Klappenbach, Carmen de los Angeles Larruy de Petit, Esther Zavalía de García Mansilla, María Helena Secondo de Cuesta Silva. Las donaciones llegaban de todos lados: la renta de un campo, una tienda de regalos en Ayacucho 1584, Recoleta, que les daba sus ganancias; el laboratorio Andrómaco de Alejandro Roviralta, las instituciones Adveniat y Misereor, de Alemania, “cuarenta millones de pesos mensuales que, desde el 26 de noviembre de 1976, daba como renta una playa de estacionamiento de automóviles ubicada en una zona de Buenos Aires llamada Constitución, y que aportó, durante seis años −es decir, hasta 1982−, el cincuenta por ciento de sus ganancias. Este donativo se consiguió por intermedio de Carmen de los Angeles Larruy de Petit, de Córdoba, quien conocía a Osvaldo Cacciatore, de origen cordobés, a quien habló del proyecto”. 

Chicas en ICES

En 1979 Ana María Sanguinetti reunió a numerarias y supernumerarias para pedirles ayuda. Se necesitaban más alumnas, porque La Chacra estaría repleta durante todo el verano. En pocas semanas se armaron listas de nombres de chicas de 12 y 13 años de todo el país que eran buenas candidatas: pobres, de lugares rurales, sin posibilidades de educarse, de familias trabajadoras, católicas con los sacramentos al día en lo posible, aunque si no los tenían por falta de acceso, y no de fe, no había problema. Chicas con destino de criadas, de una u otra manera. Los primeros nombres se los sacaron las supernumerarias a sus empleadas: una hermanita, una prima, una amiga del pueblo. Las mandaron a preguntar a otras empleadas del barrio con las que charlaban. 

Una escuela gratuita en Buenos Aires para ser sirvientas profesionales, se corría el rumor. “La empresa Ford contribuyó con la donación de un automóvil, al que se llamó ‘El ochenta’ −por haberse conseguido en ese año−, que se utilizó para los viajes de promoción y búsqueda de alumnas y otras necesidades de la escuela”Así se enteró Claudia: la tía de una numeraria llamada María Amelong se lo comentó a una señora de Rosario. Ella se lo dijo a su empleada. Su empleada llamó a su sobrina: 

—Hay una escuela de hotelería en Buenos Aires.

“−Es verdad: antes “sólo” pelaba patatas; ahora, se está santificando pelando patatas”

Josemaría Escrivá de Balaguer, Surco, 1986

En marzo empezaron las clases, tal como Claudia las había imaginado: izaron la bandera, cantaron el himno y les dieron carpetas en las que hicieron las carátulas de las materias: Matemática, Ciencias Naturales y Aplicadas, Prácticas de Taller, Religión, Historia, Formación Moral y Cívica, Geografía, Castellano, Inglés, Artes del Hogar, Ciencias del Trabajo y Educación Física. 

Antes de las 7 de la mañana sonaba el despertador en los pasillos. El desayuno era un paso rápido para después ir a misa, y enseguida había que ponerse a trabajar en el orden, limpieza y cocina de la casa. Para ellas y para los huéspedes. Hasta el mediodía, que paraban para almorzar. Después de limpiar la cocina, entraban a clases. Cuando terminaban, volvían a trabajar hasta la hora de la cena. Tenían tiempo para una pequeña tertulia, después de levantar y lavar todos los platos. A eso de las 10, cuando los huéspedes terminaban su cena, se cerraba la puerta entre el comedor y el resto de la casona. Doble llave. Una de las directoras la cerraba del lado de las chicas, siempre acompañada por otra numeraria o alumna, y algún director hacía lo mismo del otro lado, con un numerario. Nunca debían cruzarse mujeres y varones solos. La puerta dejaba la cocina del lado de las chicas para que, una vez cerrada, pudieran pasar a limpiar, lavar y preparar la mesa para el desayuno del día siguiente. Cuanto más rápido lo hacían más tiempo para dormir les quedaba. Rápido era rápido: había que buscar la perfección, siempre, porque así es como Dios quiere que se hagan las cosas. 

La vajilla en la mesa se sirve así. 

¿Cómo que puso las tazas hacia la izquierda?

Las asas miran a la derecha. Todas alineadas. 

Las servilletas, el mismo doblez, a la derecha. 

Los cubiertos, ¡juntos no! Uno a cada lado del plato, el tenedor a la izquierda. 

En las clases prácticas aprendían cómo hacer bien, o mejor, las tareas que les tocaban todos los días: trabajar con un orden y un método podía dosificar el esfuerzo y cansarse menos. 

La cera debe cubrir todo el piso. 

Primero, con trapo y secador.

Después, de rodillas para llegar a los rincones. 

Con cuidado, no sea cosa de mancharse el uniforme.

Puede poner algo debajo de las rodillas para que duelan menos. 

Lustrar parece fácil pero no. La máquina es grande y ellas chiquitas. 

¡Cuidado porque las puede revolear!

Le quedó cera acumulada en el zócalo, mi chulita. 

Y también en aquel rincón. 

Eso se saca con viruta.

Otra vez de rodillas. 

Queman las manos después de la viruta. 

Había técnicas para tender la cama, ordenar una habitación, limpiar la cocina y mantener la despensa. Otras para priorizar y jerarquizar tareas cuando eran muchas: para aprovechar el tiempo, para no tener que hacer dos veces lo mismo.

Clases de costura en el ICES del Opus Dei de Argentina

Algunas de las chicas habían llegado sin saber limpiar vidrios y muchas no conocían elementos de limpieza básicos. También era nuevo para muchas bañarse en una ducha, tener una cama individual y comer cuatro veces al día. 

La tarde de clases a veces se hacía cuesta arriba. Sobre todo en las materias teóricas, siempre alguna de las chicas cabeceaba o se rendía al sueño sobre el pupitre. Había una profesora de Historia que no se los dejaba pasar. Se les acercaba y les susurraba al oído: 

—Mijita, levántese, vaya al baño, lávese la cara, mójese detrás de las orejas y vuelva. 

Esa profesora había llegado después de que echaron a otra, más jovencita, que había explicado La teoría de la evolución de Charles Darwin en su clase. Tenía 22 años, estudiaba Derecho y era vecina de Bella Vista. Cuando la llamaron para pedirle que volviera al aula y dijera que eso de la evolución era todo mentira, renunció. 

—La mayoría de las profesoras no eran de la Obra y nos tenían un amor inmenso… Éramos chiquitas —, recuerda Claudia mientras repasa las fotos en las que se la ve con uniformes de distintos colores, según iban pasando los años: en el patio de La Chacra bailando folclore, en la cocina cortando carne, en el planchero con los rodillos y las sábanas, en una tertulia tocando la guitarra, sentada en la cama de su habitación con un crucifijo detrás. 

—No podíamos salir solas a ningún lado. Los domingos nos llevaban a dar una vuelta por ahí nomás y también, a veces, de excursión: fuimos a conocer la fragata Sarmiento una vez, otra a la Rural y la República de los Niños. 

Tampoco podían quedarse solas. El único momento de intimidad era cuando entraban al baño. Y siempre tenían el tiempo contado, porque alguna compañera estaba esperando su turno o una instructora mirando qué hacía. Y si veían que entre algunas había confianza, las rotaban en las habitaciones y en las tareas. 

Había un teléfono general por el que podían recibir llamadas, pero las familias muchas veces no tenían quién les prestara un teléfono o el dinero para pagar una llamada que ni siquiera sabían si les pasarían. Lo mismo pasaba con las cartas: cuando llegaban iban directo a la dirección. Una numeraria las revisaba y evaluaba si podían leerlas. Lo peor era que anunciaran alguna muerte, porque ahí a las chicas les daban ganas de irse a ver a la familia. Esas se las daban un mes después, cuando ya había pasado todo. Si las cartas pasaban, las dejaban responderlas. Antes, las leían. Si decidían no enviarlas, no les avisaban. 

Claudia con una compañera del ICED

Los días pasaban sin sobresaltos. A Claudia le gustaba la escuela. Se había acostumbrado. Aunque extrañaba escuchar música. ¿Cuánto hacía que no podía poner un disco de Rafaella Carrá y jugar a mover la cabeza como ella? ¿O uno de Palito Ortega de los que escuchaban sus padres los sábados a la noche? Había visto un recital en la tele en su casa, pero ahora  no veían la tele. Había una, empotrada en la pared del living y cerrada con llave. La llave la tenía una de las directoras. Qué ganas de sacársela a escondidas y ver una tarde de cine continuado tirada en un sillón. Un domingo cada tanto, cada mucho, la prendían a la hora de la tertulia. Pero dependía de la programación. Era imposible controlar lo que podían escuchar o ver. El proyector, en cambio, tenía menos riesgos:  

—Cantando bajo la lluvia, Un gato en el tejado, Expreso de oriente, Sandokan, El tigre de Malasia, La novicia rebelde… Esas eran las que nos pasaban. Y cuando había un beso o algo así medio romántico, enseguida tapaban el proyector con un diario o algo hasta que pasara la escena.

Felices, todas sentadas en silencio frente a la pared, miraban fascinadas y se reían o lloraban. Quizá alguna aprovechara ese momento para llorar por su familia, por un novio que había dejado, porque sí.

Al día siguiente todo volvía a empezar. 

El Opus Dei era omnipresente, pero no sabían mucho hasta que les tocaba. Podía ser en cualquier momento, una tarde de lluvia o  una mañana de sol, antes o después de la misa, en medio de alguna tarea, al terminar la tertulia o en el paseo dominical. 

Una numeraria, con la que más trato tenían, se acercaba a hablarles. 

—¿Cómo se siente ser mejor cada día? Dios la mira y está feliz con su servicio.

Después de algunas charlas, les recomendaba confesarse.

El padre no dudaba:

—Usted tiene vocación. Qué feliz debe ser. 

Volvía entonces la numeraria:

—Usted puede santificarse a través del trabajo. 

Y el cura:

—Dios la ha elegido para concederle su gracia.

Y la numeraria y el cura:

—Sus padres tendrán el cielo gracias a usted. 

—Servir es la tarea más digna que una mujer puede hacer. 

—Salvarse sirviendo a Dios, qué privilegio.

—No ha nacido hombre para una numeraria auxiliar.

—No tendrá felicidad si rechaza el designio divino.

—Si tiene hijos nacerán enfermos porque está desafiando la decisión de Dios.

—Si no es la Obra, será el infierno.

Alumnas y profesoras del Instituto de Capacitación Integral en Estudios Domésticos

—Yo jamás vi mi vocación, pero si Dios la veía cómo iba a decir que no —, dice Claudia. 

Fue en el año de las prácticas, cuando terminó los tres años de escuela, que ella “pitó” como numeraria auxiliar. Así le decía Escrivá de Balaguer a “hacerse de la Obra”: pitar. 

—Creo que a mí me dejaron tranquila mientras estaba en la escuela porque mis padres venían a verme una vez al mes. Sabían que yo podía decirles que no estaba bien y me perdían… Porque ellos te miden y te eligen. No invitan a todas las chicas a ser de la Obra. 

Una vez que pitó, la separaron del resto de las chicas que no eran del Opus Dei para empezar a cumplir con las reglas del Plan de Vida: además del trabajo, ser numeraria auxiliar conlleva una rutina de rezos, meditaciones, charlas con la directora espiritual, confesión con el cura, formación teórica intensa de dos años y las mortificaciones físicas. 

—Son tantas cosas que cuando te dan el cilicio (una liga de alambre con puntas)  y la disciplina (un látigo de soga con varias puntas y encerado) vos sólo pensás en que tenés algo más para hacer. 

Claudia pitó en 1984. Tenía 19 años. Para la ley argentina vigente era menor. Para el Opus Dei, ya era grande.

Lo ideal era que todos los miembros pitaran a los 14 años y medio o 15. La cuenta era así: tenían que pasar seis años desde la “admisión” hasta la incorporación de por vida al Opus Dei. Para eso, tenían que ser mayores. En ese tiempo, los formaban y los evaluaban: convicción, disciplina, carisma y salud. Entonces sí, estaban listos. Con los 21 años llegaba la “fidelidad”: un anillo como símbolo de la alianza con Dios y un testamento de puño y letra en favor de la nueva familia. A Claudia le tocó firmar en favor de una asociación civil, la AFC, que era la que llevaba la administración de la escuela.

Entre 1980 y 2002, trabajó en una docena de instituciones del Opus Dei en la Argentina: residencias universitarias, casas de varones, casas de mujeres, casas de retiros, clubes para niños, la sede central. 

Hasta que se escapó. 

Encontró el momento y salió. Se llevó las pocas cosas que tenía. No escribió la carta obligatoria al Padre, la máxima autoridad en Roma, para pedirle permiso. Nadie puede irse sin la carta de dispensa. Claudia se fue. El Opus Dei llamó a sus padres, los fue a ver, la buscó en la casa de otras numerarias auxiliares que se habían escapado antes que ella. Imposible, si las chicas que se iban eran como fantasmas. Desaparecían como ella, de un día para el otro, y adentro decían que, pobres, se habían vuelto locas o se habían ido detrás de cualquier tipo. A veces las hacían rezar por sus almas pobres. Eso dijeron de ella también, mientras la buscaban en Villa Ramallo, en Buenos Aires y en Rosario. 

En Córdoba durante un retiro anual, que eran como las vacaciones, no dejaban de rezar ni trabajar para atender a varones y mujeres numerarios

En una de las casas en las que la buscaron fue la de Lucía Giménez, una numeraria auxiliar que se había escapado antes. Lucía era de un pueblo rural de Paraguay, Loreto. La habían llevado a Asunción a los 14 años y a los 15, en 1982, a Buenos Aires en un avión de la embajada argentina. No hubo escuela para ella: fue directamente a trabajar. Lucía nunca supo dónde estaba Claudia hasta que muchos años después, en 2014, viajó a Villa Ramallo con su familia y la recordó. Buscó el apellido por la guía telefónica y llamó. La atendieron los padres, le contaron que vivía en Rosario y le dieron su dirección. Lucía la fue a ver. 

En 2017 el Ministerio de Educación de la provincia de Buenos Aires cerró el Instituto de Capacitación para Empresas de Servicios (ICES). Le habían cambiado el nombre y la figura cuando tuvieron que adaptar el programa de estudios a las nuevas leyes de educación del país, en 1993. No había argumentos para justificar que chicas de 13 años tuvieran que irse tan lejos de sus familias para tener acceso a la educación. 

“El fundador del Opus Dei deseaba una mejora de las condiciones socio-laborales en que se desarrollaban las tareas domésticas, y vislumbraba la proyección social que se derivaría de la dignificación de esta tarea"

Ana María Sanguinetti

En 2021, Lucía, Claudia y otras 41 mujeres denunciaron al Opus Dei ante el Tribunal para la Doctrina de la Fe del Vaticano por trata de personas, reducción a la servidumbre y manipulación psicológica. Hasta hoy no han tenido respuesta.

Este texto se trabajó en el Laboratorio de No Ficción Creativa llevado adelante por Revista Anfibia, el Doctorado de Escritura en Español de la Universidad de Houston y la Maestría en Periodismo Narrativo de Unsam entre septiembre de 2022 y mayo de 2023.